Delantal de pacman con calcetines a juego, como conjuntar bolso y zapatos
estilo boomer. Presté además un delantal de mi hermana de Mójate contra la
esclerosis múltiple a mi compi de la izquierda y uno de gatitos a la de la
derecha.
Estimados y casi inexistentes lectores. Dejé de intentarlo hace tiempo porque
ni “haters” conseguía, nadie me decía nada y dejé hibernando no uno ni dos
blogs. TRES. Tengo que reconocer que, con el tiempo, lo del blog se ha vuelto
viejuno, y los jóvenes van a la inmediatez de una píldora visual, con pocas
letras, si acaso alguna.
Que me extiendo. Salvo la publicación del contenido MIR y sus quinielas de
aciertos, que anualmente completo por invitación (gracias CASIMEDICOS), no
volcaba ni en este foro ni en las redes contenido sobre mi vida y milagros,
que a quién le importarán.
Con esta premisa, ¿qué pinto aquí? Pues vengo a dejar por escrito en público y
a los cuatro vientos tres cositas, para que conste registro (de mi receta
original de bacalao y del título, por fin, de mi segundo libro de cocina,
dieciséis años después).
Lo primero, una ligera actualización, conste que sin ningún afán de chulearme.
Tres hijos maravillosos (lo más). Médico y profesor, con dos carreras
universitarias, un doctorado, acreditación para profesor pleno y consultor
senior de Osakidetza, tres especialidades, un master, cuatro títulos en dos
deportes (dos de cada) y una medalla de plata en otro más, dos títulos medios
en idiomas (uno de cada), otras dos aficiones extraescolares sin diplomar,
pero escrito un libro en una de ellas (la cocina). Por contra, con todas las
crisis personales, familiares y sanitarias que se os pudieran ocurrir y os
quedaríais cortos.
Segundo. En eso que se me ocurre apuntarme al casting de Masterchef 12+1 (el
13 de toda la vida, que paradójicamente es el número de la suerte en casa). Y
me convocan en Bilbao ayer día 10 junto con otros 79, entre 1.000
solicitantes. Este NO ES un post lamentándome por haber sido descartado en el
minuto uno, que hay cientos en la red.
Como bien explicó allí
Esther González, jefa de casting, su modelo, contrastado con la experiencia triunfante de
masterchef, consiste en machacarse cada candidatura antes de conocernos en
persona, y luego ir filtrando a saco entre DECENAS DE MILES de artistas de la
cocina, hasta quedarse con quince. Por ello yo tenía asumido que en alguno de
los seísmos caería, y mejor que no fuera al final, quedando entre los cinco
últimos descartados (eso sí que da rabia).
NO. Escribo porque me falta cierto feedback sobre mi plato, o me han mentido
las treinta personas que lo probaron antes y me lo alaban. Os cuento. Es un
bacalao al pilpil pink silk. Más que rosa, tiende a asalmonarse, y no sé si
está bien llamarlo pilpil. Como le conté a Javier, el cocinero evaluador, las
tajadas de bacalao eran de La Casa del Bacalao (tienda clásica en Bilbao). Se
hace un pilpil con poco aceite donde se han frito primero unas láminas de ajo
y dos cayenas, se retira el bacalao y se destroza el pilpil pochando en él una
cebolla y un pimiento morrón picados. Se pasa por el chino o la batidora, se
añade algo de agua y de leche y se liga todo de nuevo con el pescado. Puse por
encima el ajito frito y las cayenas y lo acompañé de pan hecho por mí. Javier
comprobó que la salsa estaba bien ligada, la probó y luego tomó una lasca de
bacalao, la untó en la salsa y se la comió. Comentó que estaba muy suave (más
ligera que un pilpil) y observé que no sacó la servilleta donde con disimulo
creemos que escupía algunos platos. Me preguntó que de dónde era esa receta y
le dije que invención mía (fue una ocurrencia, he estado comprobando en
internet que no había nada parecido: ¿destruir un pilpil y rehacerlo?). Por
eso escribo reivindicándola aquí. Me dijo, además, algo políticamente
incorrecto: me preguntó que si cocino los fines de semana (¿¿¿prejuicio
machista???). Contesté que no, que a diario.
Luego pasó Esther con dos acólitas, juntando a los candidatos en grupos de
seis. Encantadoras, pero se notaba diferente empatía hacia unos y hacia otros
candidatos. Yo noté la falta de sintonía y a pesar de todas mis lecturas
previas del arte de la guerra de Sun Tzu y otros sobre tácticas de batalla, lo
hice rematadamente mal, me faltó decirle “tienes razón, no soy lo que estás
buscando y no aportaré nada al programa”
Casi cinco horas de pie, mi aceptable preparación física se notó en positivo y
entiendo que es parte de la prueba, vi mucha gente agotada. Saqué para
compartir mis perlas del buen humor (bolitas de coco, receta de un libro
infantil de Gerónimo Stilton, un éxito asegurado), mis gominolas de gin-tonic
de Bombay con limón exprimido, con receta para Thermomix, que al hacer en cazo
al fuego quedaron menos alcohólicas, otro éxito, y mi tarta de arroz con
leche, que junto con pinchos de bacalao en salsa con pan casero completaron mi
vuelta al ruedo. Llegaron las cucharas y se quedaron los que se quedaron.
Aunque confieso que yo me llevé una cucharilla, no de madera, sino de un
cortado que me tomé allí, con el compromiso mental de devolverla el próximo
año. Reconozco que me lo pasé muy bien, gente encantadora, muy diversa (Lara,
si lees esto me tienes que enviar la foto que nos hicimos). Y a la vez
curiosidad de qué habría pasado esa tarde y alivio de haber terminado ya y no
seguir la maratón cinco horas más.