Pastel de arroz con leche y perlas del buen humor |
Así que, para casita, pensando que nunca más. ¿O no? ¿Qué
habría cambiado yo? Lo primero es explicar qué hago en un casting como este. En
vez de la versión abreviada de ilusión y fantasía que os di, Esther, os podría
haber dicho que la vida nos está sacando todo el rato de nuestra zona de
confort, y en mi caso, la bata blanca tiene una fecha de caducidad, incluso el
karategi blanco (kimono llevan las geishas), las blancas de ajedrez se quedan
cortos, no digamos el traje de novia, como que no me veo con él, al menos de
momento. Así que la opción de chaquetilla de chef para los próximos treinta
años (con el extendido pensamiento mágico de que todos somos inmortales) no es nada
descabellado para completar mi ciclo de blanco y me supone una alternativa tan
lícita para mi vida futura como para cualquier candidato no médico ni profesor
ni aparentemente tan estancado en una zona de confort “segura”.
Lo que me lleva a analizar para ti, querido lector (o
lectores, si sois dos o tres), quién soy yo. Es habitual encasillar a la gente,
les ponemos etiquetas y esperamos que se porten conforme a ellas. Nos
desasosiega que no sea así, pero esas etiquetas son como fotos y nuestra vida
es como un vídeo. Estamos cambiando todo el rato. Y aunque curiosamente todo el
mundo tiene clara su identidad; yo soy Ramón, hace un año era Ramón y dentro de
un año espero seguir siéndolo; lo cierto es que desde el principio he ido
añadiendo, eliminando y reponiendo materia, pensamientos y vivencias a mi ser, hasta
el punto de que es probable que no quede nada de alguno de mis yos anteriores. ¿Qué
conforma ese yo propio constante después de tanto cambio? ¿Será verdad que hay
un alma, cualquiera que sea la forma que adopte? Mi preparación para el casting
me ha traído además una lumbalgia. Y mi fisio deportivo Rober, con mucha vista
me ha dicho que creía que era un problema del músculo del alma, el psoas,
centro del cuerpo, conectado al diafragma y a las piernas. Yo, con tantos
estudios, nunca había oído hablar del músculo del alma. Rober, con tres
ejercicios y cuatro estiramientos para el psoas-ilíaco, ha hecho desaparecer la
lumbalgia en una sesión como por arte de magia. El estrés reconozco que ha
cesado con el final del casting así que espero que no me vuelva el dolor del
músculo del alma.
Mi yo actual sabe que una inmersión en las cocinas de Masterchef
me podría aportar una revolución de conocimientos para la preparación para los
tramos siguientes de mi vídea (vida en vídeo), salvedad hecha de los inconvenientes
prácticos que suponen cambiar unas semanas o meses las rutinas y las logísticas
de mi-nuestro confort. Pero, dicho lo que pedía yo a Masterchef, toca preguntar
¿y qué aportaría yo a ese concurso?
Mis fans creen que mucho, y es posible que haya como
quinientas o cien personas renegando y jurando que nunca más van a volver a verlo;
algunos incluso no lo ven ahora ni lo han visto nunca y se reafirman en su
elección. Pero es más realista pensar en el gancho que puede tener un médico veterano
de Osakidetza del Hospital Universitario Basurto, conocido en muchos medios de
Bilbao, y que puede aportar hasta 300.000 posibles espectadores. Recuerdo el tirón
local de mi amiga Sofía, compañera psiquiatra en Basurto y ganadora del bote de
concurso pasapalabra.
Porque a pesar del autoaplauso, las cifras de audiencia del
programa están en franco descenso, excepto durante el confinamiento, en el que
hubo un repunte espectacular, y toda España se puso a cocinar, yo practiqué
hasta pan. En televisión no hay fórmulas garantizadas, y el desgaste por
envejecimiento a pesar de repetir fórmulas aparentemente seguras es un riesgo
mortal y detecto indicios de esa patología. ¿Puede atraer espectadores meter en
la casa a un señor mayor que se mueve como un joven, que hace gominolas de
gin-tonic para la gente, y katas de karate Shotokan por las mañanas en el patio
de la casa y repasa un recetario gitano de cocina mientras se estudia todo lo
que le acerquen y practica con el abatidor y lo prueba todo, o le toma el pulso
a un compañero, o le deja una chaqueta mientras opina de lo humano y lo divino
como un buen cuñado? Yo creo que sí, que me conozco y sé que tengo unas
ocurrencias muy curiosas y bastante capacidad para el show. De momento no lo
sabremos. Pero pasado el primer enfurruñe, que me ha durado 24 horas, sí, creo
que me apuntaré al casting de Masterchef 13+1.
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